viernes, 8 de febrero de 2013

Catástrofes de la lluvia III







jueves, 7 de febrero de 2013

Catástrofes de la lluvia II

























miércoles, 6 de febrero de 2013

Catástrofes de la lluvia I



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Cuando sale de la ducha en zapatillas caminando por ese pasillo, el de siempre, ahora interminable,  acabando de secarse el cuerpo y el pelo sobre la marcha, con la piel aun desprendiendo vapor como una locomotora a punto de partir, todas las previsiones del tiempo se deshacen y no habrá paraguas capaz de detener la lluvia  de hoy.


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El alquiler no es barato pero en cuanto vio las cortinas verdes del baño la tormenta dejó de resonar en su cabeza y decidió de inmediato quedarse con el piso. Y ahora, cada vez que se ducha, el espejo la mira  en secreto como un fantasma en un polo norte de espuma atravesado por la luz que reflejan enormes témpanos  de hielo verde.





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La lluvia apagando incendios toda la noche, las gafas sucias, el estómago palpitando en el maletero del coche de algún amigo como una pieza de casquería en un puesto de mercado y unas ojeras que reptan por el suelo como babosas moribundas, se conjuran en una resaca de domingo que se complicará cuando al intentar usar su móvil  descubra que su bolsito nuevo pasó mas de medio concierto ahogándose bajo un desagüe.




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Aún con  la mirada en el movimiento de las gotas de lluvia de la ventanilla y el olor de la calefacción del tren flotando en el pelo,  al salir de la estación la ciudad desaparece, y la imagen de su paraguas azul en el paragüero lo llena todo de melancolía, como quien descubre de pronto una  flor en un tiesto que olvidó  regar antes de partir de viaje.



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Son esos días en los que el silencio sucede como si alguien desconocido a quien se espera desde hace mucho tiempo irrumpiese por sorpresa en casa con sus propias llaves. Tras la falsa alarma, la lluvia continúa golpeando suavemente los cristales y de regreso al baño, las pequeñas humedades que creías haber limpiado la semana pasada parecen haber conquistado, perezosas, otra diminuta porción del techo.




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Hay mañanas de lluvia en las que respira muy lentamente y con el asombro en el rostro de haber olvidado como despertar. Y sueña sin soñar que  flota sobre la panza del gato de cheshire en la serenidad de  un charquito inexistente.


domingo, 3 de febrero de 2013

Blanco y sombra